5 poemas inspirados en comida colombiana
Por Cristina Gómez
Buñuelo
Tienes
todo lo necesario para hacer
que me levante en las mañanas.
Eres
uno de esos casos, extraños,
en los que el queso es un exquisito
perfume.
Gordito
y redondito,
aquí no valen los prejuicios.
Ese
color dorado-anaranjado
que te pintó el aceite es una buena señal
para llevarte a la mesa y comenzar.
para llevarte a la mesa y comenzar.
Te
agarro entre la servilleta
y tu piel comienza a hablar.
Por dentro suave y esponjado,
Por dentro suave y esponjado,
nadie se queja de tus contrastes.
Aquí
todos hablan bien de ti,
el chocolate caliente, la avena,
la gaseosa y la Pony son tus fans.
Me
gusta que seas el protagonista
de mis antojos, me gusta ir a buscarte
cuando alguien de afuera pregunta:
cuando alguien de afuera pregunta:
—¿qué
es lo mejor que se come aquí?
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Buñuelo.
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Panela
En
mi taza por la mañana,
caliente, sin leche, con queso, deleite.
caliente, sin leche, con queso, deleite.
Disfruto
tus formas, tus sinónimos.
Bañando
la carne, bailando en el jugo
de limón con hielo, bajo el sol del valle.
Me
gusta tu tradición,
tu pasión energizante.
Eres
morena pero también tricolor,
eres canela, ¿quién dice que no?
Rallada,
molida, melao, pechiche,
historias de un corazón que
pasó por el trapiche.
Me
gusta morder a pedacitos tu fortaleza.
Eres mi salvación cuando no tengo
postre.
Panela.
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Salpicón
Solo
aquí hay una parada de
sabor en cada esquina.
Y qué me dicen de los colores,
fruto de la alegría de estas tierras.
Se
vale todo en un vaso.
Es como una invitación a una fiesta,
vienen todas las
frutas a celebrar.
Una unción tropical,
un mismo punto de encuentro.
Mi
boca está hecha pedazos,
pedazos exóticos e irregulares,
refrescantes, con
sabores sin iguales.
Échale
fruta a la fruta.
Sírvelo con helado, con barquillo y con galleta.
Si quieres
ponle raspao, maracuyá,
guanábana y milo chispeado,
aunque le llamen cholao.
Dame
uno con ñapa de leche condensada.
Salpicón.
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Patacón
Va
a sonar cruel
pero todo empieza por quitarle la piel,
verde y salpicada.
No es para tanto,
igual lo que viene
también es culpa del cuchillo.
Cortes gruesos atravesados
que van sin piedad a un mar
de aceite bajo un sol
muy ardiente.
Parece
una historia de terror,
ahí viene la piedra con intenciones aplastantes,
un mal necesario con fines crujientes.
un mal necesario con fines crujientes.
Me
gusta esa multitud de burbujas
brincando en el aceite,
eso indica que esto
apenas está por empezar.
Deformes,
delgados,
dorados,
resquebrajados,
potentes,
sensibles,
esto en boca es una
sensación indescriptible.
Con
carne molida,
con pollo desmechado,
con queso rallado,
con suero,
con hogao,
también con arequipe,
¿no lo han probado?
Parece
que no tiene sentido
después de todo lo que te hice pasar,
pero, te amo,
patacón.
____
Hogao
Tan
sencillo y a la vez tan potente,
tan básico y también tan frecuente.
tan básico y también tan frecuente.
Oh,
hogao, no tienes que presentarte,
te veo en todos lados.
Eres el comienzo de sabrosas historias,
la base de recetas históricas.
Leyenda.
Sofrito
es mi canción favorita en la cocina.
El sonido de la cebolla clavándose
en el
aceite es la armonía perfecta para
darle la bienvenida al tomate y comenzar el
deleite.
Oh,
hogao, no importa si estás solo o acompañado.
Eres ese cliché que siempre sabe bien.
Eres ese cliché que siempre sabe bien.
Eres el alma de fiesta.
Antaño.
Si
la cocina colombiana fuera una telenovela,
la cebolla y el tomate tendrían que
ser los protagonistas.
Oh,
hogao, esto ni siquiera ha empezado.
Eres
alegría para chorrear.
Que lo diga la papa, el patacón, la arepa o el tamal.
Romance.
Herencia
de una cocina multicultural.
Festival de sabores, paleta de colores.
Oh,
¡hogao!